El problema del mal:
¿cómo puede un Dios bueno permitir el mal?
Rick Rood
Se plantea el problema del mal y el sufrimiento y se analiza desde distintos puntos de vista
El Problema del Mal - Introducción
John Stott ha dicho que "el hecho del sufrimiento indudablemente
constituye el desafío individual más grande a la fe cristiana." Es
incuestionablemente cierto que no hay un obstáculo mayor a la fe que el
de la realidad del mal y del sufrimiento en el mundo. Por cierto, aun
para el cristiano creyente, no hay una prueba mayor de la fe que ésta -
que el Dios que lo ama le permita sufrir, a veces en formas
intolerables. Y la desilusión se ve intensificada en nuestro tiempo
cuando las expectativas irreales de salud y de prosperidad son
alimentadas por las enseñanzas de una multitud de maestros cristianos.
¿Por qué permite un buen Dios que sus criaturas, y aun sus hijos,
sufran?
Primeramente, es importante distinguir entre dos tipos de mal: el mal
moral y el mal natural. El mal moral es el resultado de las acciones de
criaturas libres. El asesinato, la violación y el robo son ejemplos de
esto. El mal natural es el resultado de procesos naturales tales como
terremotos e inundaciones. Por supuesto, a veces ambos tipos se
encuentran entremezclados, como cuando una inundación da como resultado
la pérdida de vidas humanas debido a una mala planificación o a la
construcción defectuosa de edificios.
Es importante también identificar dos aspectos del problema del mal y
del sufrimiento. Primero, está el aspecto filosófico o apologético.
Este es el problema del mal enfocado desde el punto de vista del
escéptico que desafía la posibilidad o la probabilidad de que exista un
Dios que permita tal sufrimiento. Al enfrentarnos a este desafío
apologético debemos utilizar las herramientas de la razón y la evidencia
para "dar razón de la esperanza que hay en nosotros."(1 Pedro 3:15)
En segundo lugar, está el aspecto religioso o emocional del problema
del mal. Este es el problema del mal enfocado desde la perspectiva del
creyente cuya fe en Dios está siendo aquilatada severamente mediante una
prueba. ¿Cómo podemos amar y adorar a Dios cuando Él permite que
suframos en estas formas? Al enfrentar el desafío religioso/moral,
debemos apelar a la verdad revelada por Dios en las Escrituras.
Abordaremos ambos aspectos del problema del mal en este ensayo.
Es útil también distinguir entre dos tipos del aspecto filosófico o
apologético del problema del mal. El primero, es el desafío lógico a la
creencia en Dios. Este desafío dice que es irracional y, por lo tanto,
imposible creer en la existencia de un Dios bueno y poderoso en base a
la existencia del mal en el mundo. El desafío lógico es planteado
usualmente en forma de una declaración del siguiente tipo:
- Un Dios bueno destruiría el mal.
- Un Dios todopoderoso podría destruir el mal.
- El mal no está siendo destruido.
- Por lo tanto, es imposible que exista tal Dios bueno y poderoso.
Es lógicamente imposible creer que tanto el mal como un Dios bueno y
poderoso existan en la misma realidad, porque tal Dios ciertamente
podría destruir el mal, y lo haría.
Por otro lado, el desafío de la evidencia arguye que, si bien puede
ser racionalmente posible creer que tal Dios existe, es altamente
improbable o inverosímil que exista. Tenemos evidencia de tanto mal que
aparentemente no tiene ningún propósito y de una intensidad tan
horrorosa. ¿Por qué razón válida un Dios bueno y poderoso permitiría la
cantidad y el tipo de males que vemos alrededor nuestro?
Estos temas son de una naturaleza extremadamente importante - no sólo
al tratar de defender nuestra creencia en Dios, sino también al vivir
nuestras vidas cristianas.
El Problema Lógico del Mal
Hemos señalado que hay dos aspectos del problema del mal: el aspecto
filosófico o apologético y el religioso o emocional. Señalamos también
que dentro del aspecto filosófico hay dos tipos de desafíos a la
creencia en Dios: el lógico y el de la evidencia.
David Hume, el filósofo del siglo dieciocho, expresó el problema
lógico del mal cuando preguntó acerca de Dios, "¿Está Él dispuesto a
impedir el mal, pero no puede? Entonces es impotente. ¿Puede hacerlo
pero no está dispuesto? Entonces es maligno. ¿Está a la vez dispuesto a
hacerlo y puede hacerlo? ¿Dónde está el mal?" (Craig, 80). Cuando el
escéptico desafía la creencia en Dios en base al problema lógico del
mal, está sugiriendo que es irracional o imposible lógicamente creer en
la existencia simultánea de un Dios bueno y poderoso y en la realidad
del mal y del sufrimiento. Sería imposible que tal Dios permitiera que
existiera el mal.
La clave para la resolución de este conflicto aparente está en
reconocer que cuando decimos que Dios es todopoderoso no estamos
sugiriendo que Él sea capaz de hacer cualquier cosa imaginable. Es
cierto, las Escrituras declaran que "para Dios todo es posible (Mt.
19:26). Pero las Escrituras también dicen que hay algunas cosas que Dios
no puede hacer. Por ejemplo, Dios no puede mentir (Tito 1:2). Tampoco
puede ser tentado por el pecado, ni puede tentar a otros para que pequen
(Stg. 1:13). En otras palabras, Él no puede hacer nada que esté "fuera
de carácter" para un Dios justo. Tampoco puede hacer nada que esté fuera
de carácter para un ser racional en un mundo racional. Ciertamente, ni
aun Dios puede "deshacer el pasado," o crear un triángulo cuadrado, o
hacer que lo falso sea verdadero. Él no puede hacer lo que es irracional
o absurdo.
Y es en base a esto que llegamos a la conclusión que Dios no podría
eliminar el mal sin hacer que fuera simultáneamente imposible lograr
otros objetivos que son importantes para Él. Ciertamente, para que Dios
pudiera crear seres en su misma imagen, que fueran capaces de mantener
una relación personal con El, deberían ser seres capaces de amarlo
libremente y de seguir Su voluntad sin compulsión. El amor o la
obediencia con cualquier otra base no serían amor u obediencia, sino
simple acatamiento. Pero las criaturas que son libres para amar a Dios
también deben ser libres para odiarlo o ignorarlo. Las criaturas que son
libres para seguir Su voluntad también deben ser libres para
rechazarla. Y cuando las personas actúan en formas que están fuera de la
voluntad de Dios, esto da como resultado último grandes males y
sufrimiento. Esta línea de pensamiento se conoce como "la defensa de la
libre voluntad" con relación al problema del mal.
Pero ¿qué podemos decir del mal natural - el mal que resulta de los
procesos naturales tales como terremotos, inundaciones y enfermedades?
Aquí, es importante reconocer primeramente que vivimos en un mundo
caído, y que estamos sujetos a desastres naturales que no habrían
ocurrido si el hombre no hubiera escogido rebelarse contra Dios. Aun
así, es difícil imaginarnos cómo podríamos funcionar como criaturas
libres en un mundo muy diferente del nuestro - un mundo en que los
procesos naturales consistentes nos permiten predecir con alguna certeza
las consecuencias de nuestras decisiones y acciones. Tome la ley de
gravedad, por ejemplo. Este es un proceso natural sin el cual no
podríamos funcionar como seres humanos y, sin embargo, en ciertas
circunstancias es capaz también de provocar grandes daños.
Por cierto, Dios puede destruir el mal - pero no sin destruir la
libertad humana, o un mundo en que puedan funcionar criaturas libres. Y
la mayoría de las personas concuerda que esta línea de razonamiento
contesta exitosamente el desafío del problema lógico del mal.
El Problema de la Evidencia del Mal
Si bien la mayoría de las personas está de acuerdo en que un Dios
bueno y poderoso es racionalmente posible, no obstante muchos arguyen
que la existencia de tal Dios es improbable debido a la naturaleza del
mal que vemos en el mundo que nos rodea. Concluyen que si existiera tal
Dios es altamente improbable que pudiera permitir la cantidad y la
intensidad del mal que vemos en nuestro mundo. Un mal que frecuentemente
parece ser de una naturaleza tan absurda.
Esta objeción no debe ser tomada en forma liviana, porque es
abundante la evidencia en nuestro mundo del mal de una naturaleza tan
horrorosa que es difícil a veces comprender qué función podría cumplir.
Con todo, si bien éste aspecto del problema del mal es difícil, una
reflexión cuidadosa nos mostrará que hay respuestas razonables a este
desafío.
Ciertamente es difícil para nosotros entender por qué Dios permitiría
que ocurran ciertas cosas. Pero simplemente porque encontremos difícil
imaginarnos qué razones podría tener Dios para permitirlas no significa
que no existan tales razones. Es completamente posible que tales razones
estén no sólo más allá de nuestro conocimiento actual sino también más
allá de nuestra capacidad actual de comprender. Un niño no siempre
comprende las razones que están detrás de todo lo que su padre le
permite o no le permite hacer. Sería irreal que nosotros pretendiéramos
entender todas las razones de Dios en las cosas que Él permite que
sucedan. No entendemos plenamente muchas cosas del mundo en que vivimos -
lo que está detrás de la fuerza de gravedad, por ejemplo, o la función
exacta de las partículas subatómicas. Y, sin embargo, creemos en estas
realidades físicas.
Más allá de esto, sin embargo, podemos sugerir posibles razones para
que Dios permita algunos de los males horrorosos que ciertamente existen
en nuestro mundo. Tal vez haya personas que nunca se darían cuenta de
su dependencia total de Dios si no experimentaran el dolor intenso en la
vida (Sal. 119:71). Tal vez haya propósitos que Dios quiere lograr
entre sus criaturas angélicas o demoníacas que requieren que sus
criaturas humanas experimenten algunas de las cosas que sufrimos (Job
1-2). Podría ser que el sufrimiento que experimentamos en esta vida sea
de alguna forma una preparación para nuestra existencia en la vida
venidera (2 Cor. 4:16-18). Aun fuera de la revelación de las Escrituras,
todas estas son razones posibles detrás del permiso de Dios para el
mal. Y, de todos modos, la mayoría de las personas está de acuerdo en
que hay mucha más bondad en el mundo que maldad - por lo menos la
suficiente bondad como para hacer que la vida valga la pena ser vivida.
Al responder al desafío a la creencia en Dios basado en la intensidad
y la aparente falta de propósito de gran parte del mal en el mundo,
debemos tener en cuenta también toda la evidencia positiva que apunta a
Su existencia: la evidencia de diseño en la naturaleza, la evidencia
histórica a favor de la confiabilidad de las Escrituras y de la
resurrección de Jesucristo. A la luz de la totalidad de la evidencia,
ciertamente no puede probarse que no haya suficientes razones para que
Dios permita la cantidad de mal que vemos en el mundo... o aun que sea
improbable que existan tales razones.
El Problema Religioso del Mal - Parte I
Pero la existencia del mal y del sufrimiento en nuestro mundo plantea
más que un problema meramente filosófico o apologético. Plantea también
un problema religioso y emocional muy personal para la persona que está
soportando una gran prueba. Si bien nuestra experiencia dolorosa puede
no desafiar nuestra creencia en que Dios existe, lo que puede estar en
riesgo es nuestra confianza en un Dios que podamos alabar y amar
libremente y en cuyo amor podamos sentirnos seguros. Podemos hacer mucho
daño cuando tratamos de ayudar a un hermano o hermana que está
sufriendo, tratando solamente con los aspectos intelectuales de este
problema, o cuando buscamos solaz para nosotros de esta forma. Mucho más
importante que las respuestas acerca de la naturaleza de Dios es una
revelación del amor de Dios - aun en medio de la prueba. Y, como hijos
de Dios, no tiene la misma importancia lo que decimos acerca de Dios
como lo que hacemos para manifestar su amor.
Primero, es evidente a partir de las Escrituras que cuando sufrimos
no es antinatural experimentar el dolor emocional, ni es poco espiritual
expresarlo. Es de destacarse, por ejemplo, que hay prácticamente la
misma cantidad de salmos de lamentación como salmos de alabanza y
agradecimiento, y estos dos sentimientos se encuentran mezclados en
muchos lugares (cf. Salmos 13, 88). Por cierto, el salmista nos alienta a
"derramar nuestros corazones ante Dios" (Sal. 62:8). Y, cuando lo
hacemos, podemos estar seguros que Dios entiende nuestro dolor. Jesús
mismo sintió agudamente el lado doloroso de la vida. Cuando Juan el
Bautista fue decapitado se dice que "se retiró a un lugar desierto y
apartado" obviamente acongojado por su pérdida (Mt. 14:13). Y cuando
murió su amigo Lázaro, se registra que Jesús lloró abiertamente ante su
tumba (Jn. 11:35). Aun cuando estaba comprometido a seguir la voluntad
de su Padre hasta la cruz, confesó estar lleno de tristeza en el alma al
contemplarla (Mt. 26:38). Con razón Jesús fue llamado "varón de
dolores, experimentado en quebranto" (Is. 53:3); y nosotros seguimos en
sus pasos cuando reconocemos sinceramente nuestro propio dolor.
Cruzamos la raya, sin embargo, de la pena al pecado cuando permitimos
que nuestra congoja apague nuestra fe en Dios, o cuando seguimos el
consejo que le ofreció la esposa a Job cuando le dijo que "maldijera a
Dios y se muriera" (Job 2:9b).
En segundo lugar, cuando sufrimos deberíamos obtener alguna
consolación de la reflexión sobre las Escrituras que nos aseguran que
Dios conoce y se preocupa por nuestra situación, y promete estar con
nosotros para consolarnos y sostenernos. El salmista nos dice que
"cercano está Jehová a los quebrantados de corazón" (Sal. 34:18), y que
cuando andemos por "el valle de sombra de muerte" es cuando su presencia
nos es prometida en forma especial (Sal. 23:4). Hablando a través de su
profeta, Isaías, el Señor dijo, "¿Se olvidará la mujer de lo que dio a
luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide
ella, yo nunca me olvidaré de ti" (Is. 49:15). ¡Él se ocupa más de
nosotros que una mujer que está amamantando a su hijo! Es de Aquél que
conocemos como el "Padre de misericordias y Dios de toda consolación"
que habla Pedro cuando nos invita a echar nuestra ansiedad sobre Él,
"porque Él tiene cuidado de nosotros" (1 Pedro 5:7). ¡Nuestros cuidados
son su preocupación personal!
El Problema Religioso del Mal - Parte II
Hemos señalado que cuando golpea el sufrimiento no es ni antinatural
experimentar el dolor emocional ni poco espiritual expresarlo. Pero
también señalamos que cuando golpea el sufrimiento debemos apresurarnos a
reflexionar sobre el carácter de Dios y en las promesas que Él da a
aquellos que están pasando por una gran prueba. Ahora queremos
concentrarnos en una de las grandes verdades de la Palabra de Dios - que
aun en la prueba severa Dios está obrando todas las cosas en conjunto
para el bien de aquellos que lo aman (Rom. 8:28). Este no quiere sugerir
que el mal es bueno de alguna forma. Pero sí significa que debemos
reconocer que aun en lo que es malo Dios está obrando para lograr sus
buenos propósitos en nuestras vidas.
José dio evidencia de haber aprendido esta verdad cuando después de
años de sufrimiento inexplicable debido a la traición de sus hermanos
pudo decirles, "Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió ese mal
en bien" (Gen. 50:20). Si bien Dios no hizo que sus hermanos lo
traicionaran, no obstante pudo usar esta circunstancia para favorecer
sus buenas intenciones.
Esta es la gran esperanza que tenemos en medio del sufrimiento, que
en una forma más allá de nuestra comprensión, Dios puede hacer que el
mal se vuelva contra sí mismo. Y es debido a esta verdad que podemos
encontrar gozo aun en medio de la pena y el dolor. El apóstol Pablo se
describió a sí mismo como "entristecido, mas siempre gozoso" (2 Cor.
6:10). Y se nos aconseja que nos regocijemos en la prueba, no porque la
aflicción sea motivo de gozo (no lo es) sino porque en ella Dios puede
encontrar una oportunidad para producir lo que es bueno.
¿Cuáles son algunos de esos buenos propósitos que promueve el
sufrimiento? En primer lugar, el sufrimiento puede proveer una
oportunidad para que Dios despliegue su gloria - para hacer evidente su
misericordia, su fidelidad, su poder y su amor en medio de
circunstancias dolorosas (Jn. 9:1-3). El sufrimiento también puede
permitirnos dar prueba de la autenticidad de nuestra fe, y hasta puede
servir para purificar nuestra fe (1 Pedro 1:7). Como en el caso de Job,
nuestra fidelidad en la prueba muestra que lo servimos a Él no
simplemente por los beneficios que ofrece, sino por el amor a Dios mismo
(Job 1:9-11). Las pruebas severas también proveen una oportunidad para
que los creyentes demuestren su amor unos por otros como miembros del
cuerpo de Cristo que "sobrellevan los unos las cargas de los otros" (1
Cor. 12:26; Gal. 6:2). Por cierto, como ha dicho D. A. Carson, "las
experiencias de sufrimiento... engendran compasión y empatía..., y nos
hacen más capaces de ayudar a otros" (Carson, 122). Al ser consolados
por Dios en nuestra aflicción, somos más capaces de consolar a otros (2
Cor. 1:4). El sufrimiento también juega un papel clave en desarrollar
las virtudes piadosas, y en disuadirnos del pecado. Pablo reconoció que
su "aguijón en la carne" sirvió para alejarlo de la jactancia y promovió
una verdadera humildad y dependencia de Dios (2 Cor. 12:7). El salmista
reconoció que su aflicción había acrecentado su determinación de seguir
la voluntad de Dios (Sal. 119:71). Aun Jesús "por lo que padeció
aprendió la obediencia (Heb. 5:8). Como hombre, Él aprendió por la
experiencia el valor de someterse a la voluntad de Dios, aun cuando
fuera la cosa más difícil del mundo de hacer.
Finalmente, el mal y el sufrimiento pueden despertar en nosotros un
hambre mayor por el cielo y por aquel tiempo cuando los propósitos de
Dios para estas experiencias puedan haberse cumplido finalmente, cuando
el dolor y la pena hayan concluido (Ap. 21:4).
Recursos para Seguir Estudiando
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(Sin Respuestas Fáciles: Cómo Encontrar Esperanza en la Duda, el
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Kreeft, Peter. Making Sense Out of Suffering (Cómo Encontrarle el Sentido al Sufrimiento). Ann Arbor, MI: Servant Books, 1986.
Lockyer, Herbert. Dark Threads the Weaver Needs (Las Hebras Oscuras Que Necesita el Tejedor). Grand Rapids: Fleming H. Revell, 1979.
McGrath, Alister E. Suffering & God (El Sufrimiento y Dios). Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1995.
Plantinga, Alvin C. God, Freedom, and Evil (Dios, la Libertad y el Mal). Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1974.
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Traducción: Alejandro Field
Acerca del Autor
Rick Rood es el ex director de publicaciones de Probe Ministries y ahora trabaja como
capellán de hospital. Se graduó de Seattle Pacific University (B. A. History) y Dallas Theological
Seminary (Th. M.). Ha realizado estudios de Ph.D. en teología en D.T.S. y ha servido como
pastor, ha sido un instructor de seminario y ha trabajado por varios años en un ministerio
para estudiantes internacionales. Rick y su difunta esposa, Polly, tienen dos hijos adultos.
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